El Cristo de Temaca, de Alfredo R. Placencia.
Hay en la peña de Temaca un Cristo. Yo, que su rara perfección he visto, jurar puedo que lo pintó Dios mismo con su dedo...
Hay en la peña de Temaca un Cristo. Yo, que su rara perfección he visto, jurar puedo que lo pintó Dios mismo con su dedo...
Llega el día en que el hombre se satura y se cansa del amor, del placer, del dolor, de la esperanza, y se vuelve solitario, empedernido, mudo como soltera piedra varada en el desierto.
“La biografía de un poeta está en sus libros más auténticos, porque la verdadera poesía está hecha de vida. La invención de los juegos malabares pertenecen a un ámbito en el que la poesía no…