José Luis Martínez fue un infatigable estudioso de la literatura mexicana. Con obras que lo llevaron a ocupar un sitio privilegiado dentro de la crítica literaria en nuestro país, Martínez explora en Problemas literarios el universo del oficio de escritor y sus avatares, así como el sitio de la literatura en una sociedad como la nuestra.
Los ensayos reunidos en este libro se suman a valiosos análisis, entre los cuales se encuentran Literatura mexicana. Siglo XX, 1910-1949, La expresión nacional y La literatura mexicana en el siglo XX. Los apuntes siguientes corresponden a lo que consideré diferentes partes rescatables del pequeño volumen. El recurso de asentar las ideas más importantes de algunos de sus capítulos, será utilizado con la finalidad de clarificar los señalamientos anotados.
La técnica en la literatura.
Escribe Martínez que la literatura no puede ser el «paraíso» de los improvisados. La técnica es justamente la única forma de añadir a las creaciones el rasgo de espontaneidad y vida que toda obra reclama para sí misma. La técnica —escribe— es el camino para alcanzar naturalidad, aquello que reproduce la complejidad evolutiva de las formas vivientes y hace posible la comunicación para la cual ha sido creada la literatura. Técnica es hacer posible la comprensión de las estructuras mentales vigentes en una época determinada.
¿Y qué otra son esas estructuras de la mente, sino la sintaxis, la lógica del conocimiento y, en suma, los métodos para la intercomunicación humana? (p.15)
Técnica es también para el artista la capacidad de producir el arte que oculta el arte, el equilibrio, la aparente sencillez.
Cuando en literatura hablamos de proporción, armonía, acuerdo, plenitud, arquitectura interna, o nos referimos en términos activos a la elaboración, composición, planificación, estilo, retórica, técnica literaria en suma, aludimos estrictamente a la conformidad de unas creaciones literarias con las formas naturales de la mente y de la vida.(p.16)
A cada época histórica corresponde una forma mental común, aunque también estilos individuales definidos. Así por ejemplo —agrega— la Edad Media se caracterizó por el silogismo que dio paso a la escolástica; en el Renacimiento es fácil encontrar las huellas del idealismo platónico, la búsqueda de las esencias y los conceptos. En el caso de nuestro tiempo, escribe Martínez:
…en nuestro tiempo, la estructura y el método de la fenomenología pueden descubrirse prolongados en algunas de nuestras más representativas obras literarias: el Ulises de Joyce; En busca del tiempo perdido, de Proust, por ejemplo. Es decir, descripciones neutras, documentales, de unas experiencias humanas, neorrealismo. (p.18)
Se justifica de esa manera la existencia de estructuras mentales arcaicas que impresas en las obras de cada época, imprimieron un paisaje distinto a las obras de nuestros días. (Ejemplos: el lenguaje utilizado en el Popol Vuh, el Chilam Balam, las tribus africanas, los kenningar germánicos enumerados por Borges, entre otros). Pero la técnica como aprovechamiento artificioso y visión del mundo es virtud escasa. Así, asienta una vez más Martínez en contra de quienes no la aprovechan:
Una moderada enumeración de ellas [de las fallas en las cuales incurren quienes se olvidan de la técnica] nos denuncia su naturaleza: corrupciones mentales idiomáticas, formas sintácticas elípticas o convencionales de una capa social, falta de ejercitación del discurso, insuficiencias mentales, corrupciones de la baja literatura, falta de comunicación y convivencia con los grandes modelos literarios del idioma, carencia lógica, carencia de la noción de las estructuras, etcétera. (p. 25).
Pero, ¿qué es finalmente la técnica? Martínez responde:
…es la reducción a la lógica y a la naturaleza, la estructuración acordada a las formas mentales y el aprovechamiento artificioso de los recursos del lenguaje y de las reacciones de la sensibilidad y la conciencia de los lectores en un escrito literario.
Problemas de la historia literaria.
El planteamiento de Martínez es simple e irrenunciable: ¿qué hay detrás del trabajo literario desplegado por las generaciones? Para responder, nuestro crítico rememora el Ensayo sobre las generaciones, de Ortega y Gasset. Antes de los treinta años, las promociones literarias alcanzan un auge sorpresivo, buscan el reconocimiento, un lugar dentro del espectro literario; a partir de los treinta años el escritor deja de ser joven y debe empezar a consolidar su obra con creaciones de mayor madurez.
A partir de los cuarenta y cinco sobreviene la etapa de envejecimiento. Toca al escritor ser objeto de los deslices juveniles que se despliegan a su alrededor, sin tomar parte de ellos. Comienza a reunir sus obras completas, sus memorias, recibir honores y, entre otras cosas, esperar la muerte. Por lo que respecta a la constitución de las épocas literarias, éstas se conforman tomando en cuenta el plano o el punto de vista de las generaciones y promociones literarias que coexisten dentro de un mismo ámbito histórico.
He aquí una clasificación esbozada:
1) Grupos de escritores en ciernes anunciando más o menos aptitudes que aún no «agitan» las superficies;
2) Escritores en etapa de madurez que prosiguen con su actividad en el mundo de las letras a través de la publicación de libros, revistas, piezas teatrales, integran asociaciones, etc.;
3) Escritores maduros relegados a la oscuridad y caracterizados por su erudición y su paciencia puesta al servicio de una obra;
4) Escritores maduros surgidos más o menos treinta años atrás, cuyas obras exquisitas ya no son tan celebradas pero provocan comentarios provenientes de sus amigos, los también maduros. Este tipo de escritores suelen ser tolerantes y «protectores» ante la aparición de las nuevas generaciones, aunque también pueden llegar a ser recelosos con los «descarríos modernistas»;
5) Los escritores a la deriva (pertenecen y no pertenecen a grupo alguno) y frecuentemente no se dedican por entero al trabajo literario.
Ahora, ya identificados los grupos literarios, surge una pregunta: ¿cuál es el material que sirve para identificar lo histórico-literario de una época? Martínez da otra respuesta que hay que considerar con cierta distancia y relativismo:
…corresponde por tema a la historia literaria aquello que, en cada uno de los momentos que comprende, presenta el mayor grado de méritos literarios, implicados de valores culturales, espirituales, sociales, etc., según la diferente condición de la obra que se trate.
Sin embargo, tomando en cuenta lo relativo de tal afirmación, el ensayista termina admitiendo que el historiador literario debe finalmente incluir en su trabajo aquellas creaciones suficientemente valiosas desde diversos puntos de vista: histórico, psicológico, estilístico, filológico, exegético, teórico, etc. Pero, ¿cuáles son los objetivos de la historia literaria?
Esta pregunta puede admitir muchas respuestas, atendiendo al enfoque histórico bajo el cual se aborden:
a) Historia literaria con base en las generaciones;
b) Monografías especializadas;
c) Ensayos sobre historia literaria;
d) Historias con limitaciones políticas y literarias;
e) De carácter bibliográfico;
f) Discursivas;
g) Combinadas.
Puede haber también historias sobre las ideas literarias, como la Historia de las ideas estéticas, de Menéndez Pelayo.
Presentando el fenómeno literario en un ámbito ascendente, Martínez identifica tres estratos:
1) Crítica literaria;
2) Historia literaria,
3) Filología o monografía del estilo.
(Cada estrato contribuye a un conocimiento más profundo de las obras).
Viene ahora una disección muy importante de la crítica literaria en tres planos, también en orden ascendente:
1) Crítica seleccionadora.
Distingue lo literario de lo no literario, describe los caracteres externos de las obras, establece su influencia dentro de cierta generación, así como sus tendencias. Es impresionista.
2) Historia literaria.
Estudios sistemáticos, organización de obras en orden cronológico, genérico, temático, geográfico, etc. «Su objeto es la descripción externa de las obras literarias, incluyendo: datos bibliográficos, textos, variantes, estímulos, temperamento del autor, influencias, significación circunstancial y objetiva…» (p.46).
Este peldaño se auxilia considerablemente del impresionismo de la crítica seleccionadora.
3) Ciencia literaria.
Integra los peldaños anteriores, aunque con mayor rigor estilístico. En palabras de Amado Alonso, citado por Martínez, la estilística «…aspira a una re-creación estética, a subir por los hilos capilares de las formas idiomáticas más características hasta las vivencias estéticas originales que la determinaron.» (p.47).
Alfonso Reyes, en observaciones posteriores hechas a José Luis Martínez, señalaba cuatro historias posibles del fenómeno literario:
1) Historia de las opiniones del gran público o del «éxito contemporáneo» (lo que el escritor es a los ojos de sus contemporáneos);
2) Historia de la literatura como expresión de la sociedad;
3) Historia de la literatura como actividad especial y autónoma, con sus leyes extrasociales;
4) Historia de la literatura como simultaneidad o sucesión de milagros, genios y obras maestras, incompatible con los tres tipos de historias anteriores.
(Los cuatro tipos de historias anteriores fueron señaladas, según Alfonso Reyes, por el escritor Jules Romains).
Reyes finaliza sus observaciones a Martínez afirmando que el criterio principal de la historia literaria es la trascendencia. Pero luego se pregunta: ¿qué entender por trascendencia? Deja con esta interrogante una importantísima veta por explorar.
Acerca del autor
- Macultepec, Tabasco (1975). Economista y escritor. Autor de "Bajo el signo del relámpago" (poesía), "Todo está escrito en otra parte" (poesía) y "Con daños y prejuicios" (relatos). Ha publicado poesía, ensayo y cuento en diferentes medios y suplementos culturales de circulación estatal y nacional.
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