“Poética de juventud”. Así se refiere Margarito Palacios Maldonado a la poesía contenida en Yo también hablo de mí (Publidisa, 2010), libro que sorprende debido a la inesperada predilección de su autor por una escritura que remite a una suerte de “edad de oro” en su trayectoria literaria.
Escrito entre 1974 y 1980, cuando el joven Palacios contaba aún la segunda década de su vida, el título da cuenta de una producción escritural instalada en un tiempo concreto, el tiempo en que un poeta en ciernes irrumpía en el mundo para atestiguarlo y para domeñarlo desde las palabras. La mirada de Margarito Palacios (Huetamo, Michoacán, 1957) corresponde, pues, en el volumen a la mirada del joven que se reconoce en aquello que acontece; también en lo que bulle en su interior y acaba por dar forma a la expresión eminentemente lírica de casi todos sus textos.
Margarito Palacios Maldonado, Yo también hablo de mí, México, Publidisa, 2010, 90 pp.
No hace falta, por otro lado, adentrarse demasiado en Yo también…para coincidir en que, en efecto, hay allí una materia que no puede tener otra fuente que los devaneos de la añorada juventud. Como Lope de Vega, que a los dieciocho años dio a conocer su celebrada Arcadia; como Víctor Hugo, que a los quince ya había ganado varios premios florales por su tragedia Irtamene, o como el precoz Keats, que desde los dieciséis años descubrió su natural predilección por la poesía, Margarito Palacios discurre en este libro con los procedimientos propios de una época soñada y galopante en la que el lenguaje se construye sobre una base vivencial por momentos excesivamente visible.
Así ocurre, por ejemplo, en Ciudad de México, primera parte del libro, pero también en los apartados Solo y Quisiera. En cada una de esas estancias el poeta escribe desde su condición de hombre-joven, joven-hombre asomado hacia su realidad inmediata y hacia aquello que sólo puede percibir desde el arrobo de su inexperiencia. En la primera, la ciudad lo encandila hasta el punto de fascinarlo y provocarle la más abismal de las repulsas.
Ciudad, tengo que soportarte
porque de tus senos me nutro,
porque de tu espíritu falaz me enriquezco,
porque en tus sábanas grises me cobijo y,
además, con tu fealdad me haces sentir hermoso.
Emparentada con esta actitud de búsqueda y descubrimiento, de encuentros que se descartan para dar paso a nuevas aproximaciones al sentido, la llegada del poeta a los terrenos del lenguaje es un acontecimiento que la sección Imágenes sin razón inaugura en el poemario y que también comparten los otros apartados, más referidos a los sucesos que el poeta experimenta.
Aun en su parquedad, el lenguaje crece,
se agiganta y se constriñe
como el motor que mantiene el ritmo de mi vida…
Descubiertas las posibilidades verbales del poema, el poeta traza retratos de sí mismo. Ora es el solitario que se sabe distinto merced a la maldición que lo posee (Estoy solo. Aquí nadie me busca,/nadie me llama, nadie sabe de mí/ ni entiende mi lenguaje…), ora el amante que clama con una lengua ordinaria por el amor que se ha ido (Toqué tu piel/ de pétalos de rosa/y aspiré el balsámico aroma/de tu condición de mujer./¿Y que quedó?/¡Nada, nada!…).
Hacia el final, el libro da cuenta de la aspiración de una poesía por asimilarse a la tierra, la dadora de vida, la fecundadora por excelencia. Por ello a la tierra se le confiere corporeidad; ella como elemento al que el poeta se asemeja en su vuelta a los orígenes; ella, la Tierra Caliente a la que el joven que habla en los poemas extiende sus brazos de hijo ausente (Mi cuerpo es un pequeño valle de Tierra Caliente./Mi temperamento lo forjó el sol cegador/ en el yunque del cultivo del maíz/ verde y exuberante,/y el ajonjolí frondoso y agobiante…).
Con evidentes muestras de una poesía que, aun y con los inevitables giros y lugares comunes de los poemas primeros, señala un derrotero para una obra sin continuidad aparente (dada su tardía aparición), Yo también hablo de mí no deja de ser un libro peculiar dentro del contexto de la poesía “juvenil” publicada desde hace algún tiempo en Tabasco. Lo es porque, a diferencia de buena parte de la produccción poética vigente, el libro mantiene un discurso que oscila entre la perspectiva romántica del alma joven y la identificación de lo bello, de la materia poetizable, con una naturaleza exaltada, vitalmente presente a través de sus páginas.
En ese sentido, la de Margarito Palacios, bien pudiera ser una voz que, oculta, ha dejado durante años de nutrir el magma latente de la poesía mexicana contemporánea; una pluma que, con menos pudor y timidez, mucho habría de aportar a la siempre necesaria polifonía de voces de la, por momentos, monocorde poesía tabasqueña.
Acerca del autor
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Francisco Payró
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Macultepec, Tabasco (1975). Economista y escritor. Autor de "Bajo el signo del relámpago" (poesía), "Todo está escrito en otra parte" (poesía) y "Con daños y prejuicios" (relatos). Ha publicado poesía, ensayo y cuento en diferentes medios y suplementos culturales de circulación estatal y nacional.