Este texto de Kristian Antonio Cerino se centra en uno de los aspectos menos abordados de la obra del escritor cunduacanense Manuel Sánchez Mármol: su cuentística. Dividido en este blog —por razones de espacio— en dos partes, el texto da cuenta de los vínculos que al incorporar al mar como espacio y escenario unen a la obra literaria del gran narrador tabasqueño con otras obras cimeras de la literatura mundial.
Preludio
A los catorce años, Manuel Sánchez Mármol dejó Cunduacán, Tabasco. Era 1853. Cunduacán, el “lugar de ollas de maíz y serpientes” en náhuatl, ya no era el espacio idóneo para que el joven lector continuara sus estudios.
La biblioteca personal y la de la iglesia le eran insuficientes para su formación preparatoriana. Así, apoyado por los sacerdotes de la región, Sánchez Mármol (1839-1912) emprendió el éxodo a Mérida, Yucatán, una ciudad con mayor oferta educativa. En lo inmediato, a la par de sus estudios de bachillerato, comenzó su otra carrera, quizá la que más satisfacción le dio: la literaria. En Mérida, el tabasqueño estudió en el Seminario Conciliar de San Idelfonso y una vez concluida la preparatoria eligió la carrera en Derecho.
Cunduacán y Mérida coincidentemente se encuentran a unos treinta kilómetros de la costa del Golfo de México. Cunduacán lo está del puerto de Dos Bocas, en Paraíso, Tabasco, y Mérida del puerto de Progreso, en Yucatán. Sánchez Mármol, en ambas localidades habitadas siempre se mantuvo en tierra adentro.
Alejado del oleaje y de las rachas de los vientos, en los lugares de tierra firme, el autor de novelas como Pocahontas (1882) y Antón Pérez (1904), enfocó su obra narrativa a los espacios de grandes planicies. Sin embargo, Sánchez Mármol eternamente estuvo rodeado de lagunas y ríos. Siete años antes de morir, el narrador de novelas dio un giro de tuerca o de timón al escribir cuentos cortos, tres de estos con olor a sal.
¿En qué instante, Sánchez Mármol vio en la mar el escenario para desarrollar sus cuentos que publicó en la revista Arte y Letras de México, entre 1904 y 1905? Los cuentos marítimos de Manuel Sánchez Mármol, publicados en los primeros años del siglo XX, están hoy alejados de toda discusión literaria.
Esporádicamente, los estudios críticos se han enfocado más en las novelas de este autor: Pocahontas y Antón Pérez, pero Sánchez Mármol es evocado, cada vez con menos frecuencia, como el novelista que fue, y pocos saben de su trabajo como cuentista o articulista.
En 2011, en Tabasco, se imprimieron las obras completas de Sánchez Mármol con el propósito de poner —otra vez— sus escritos ante los ojos del lector y generar un nuevo debate literario. Así como otros escritores ambientaron sus historias en la mar, siguiendo esta tradición que data de Conrad, Defoe, London, Melville, Stevenson, Scott…, Sánchez Mármol publicó tres cuentos marítimos: “Viaje de novios” (1905) que describe el naufragio del barco “El Veracruz”, “Oceánida” (1904) y “El túnel número 12” (1904), obras que han estado en la otra orilla, o al margen de lo que llaman canon literario, listado de autores y obras literarias “consideradas con altos valores estéticos”.
Qué es el canon y quiénes lo delimitan es un problema que se debate hasta nuestros días; al menos entre los autores y obras antologadas, catalogadas, comentadas, discutidas, estudiadas y reimpresas en México, poco se ha hablado de los cuentos de Sánchez Mármol. Es decir, podría decirse, que el eco de su obra cuentística solo ha tenido resonancia en el sur.
Influencias literarias del mar en los cuentos de Sánchez Mármol
Las obras completas de Manuel Sánchez Mármol compilada por el investigador Manuel Sol T., y publicada por la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, permiten en el remar de un siglo, si tomamos como referencia los últimos escritos de Sánchez Mármol en los primeros años del XX, volver a mirar las novelas y en este caso, los cuentos del autor elogiado por el ensayista Alfonso Reyes.
A grosso modo, Sánchez Mármol encontró en Mérida una dinámica distinta a la de Cunduacán y Villahermosa, capital de Tabasco. Había más escuelas y halló a un sinfín de escritores y periodistas que se mantenían activos por las publicaciones de diarios, periódicos y revistas.
Vio de cerca los conflictos de castas en Yucatán y conoció a figuras de la talla de Justo Sierra O´Reilly, autor de la novela El filibustero (1841), fundador de periódicos en la península de Yucatán, y quien morirá ocho años después de la llegada de Sánchez Mármol a Mérida.
En el siglo XIX, la literatura marítima en México, influenciada por la europea —pensemos en la novela El pirata (1822) de Walter Scott—, echa sus raíces no solo en El filibustero de Sierra O´Reilly sino en Los piratas del Golfo, otra novela oceánica escrita por Vicente Riva Palacio en 1869.
Es probable que estas obras de mar influenciaron a Sánchez Mármol y lo llevaron a subirse al navío narrativo de los cuentos para escribir en un lapso de dos años: “Viaje de novios”, “Oceánida” y “El túnel número 12”. Pero el lector hallará en “Viaje de novios” el destino cruento por el naufragio del navío “El Veracruz”, como ha sucedido con una decena de barcos vencidos en la literatura; entre ellos: el “Pequod”, el barco ballenero del capitán Ahab, en Moby Dick (1851); el vapor, el “Nan-shan” del capitán MacWhirr en Tifón (1903), novela de Conrad; o “El Patna”, un vapor que naufraga al llevar musulmanes a la meca, en la obra literaria Lord Jim (1900), también de Conrad.
Sánchez Mármol, antes de que su obra fuera arrastrada por los vientos de la narración marítima, participó en la fundación de revistas yucatecas como La Guirnalda y La Burla (1860). En la introducción a las obras completas, Manuel Sol T., recupera la esencia de la finalidad de La Burla:
Estamos empalagados de periódicos seriotes cuya lectura da empacho; lo que queremos ahora es reírnos, ¿de quién? del mundo entero, de nosotros mismos.
Así como los navíos o las lanchas son llamados por sus capitanes o dueños “El pelícano”, “El alción”, “La garza”, Sánchez Mármol, y otros escritores más que publicaron en La Burla, usaron seudónimos para firmar sus artículos. El de él fue “El Duende”.
En su trayectoria periodística y literaria usó después otros sobrenombres, entre estos: “Cándido” (1873) en el periódico El Radical y “Fulano de Tal” en su obra La pálida (1890), que luego se titulará, en una siguiente reimpresión, Juanita Sousa.
Con el mote de “El Duende”, el originario de Cunduacán se abrió brecha en el periodismo con un salto posterior a la literatura al publicar, como lo hicieron O´Reilly y Riva Palacio, novelas por entregas en los periódicos.
En 1861, Sánchez Mármol, el abogado metido en al mundo de las letras, publicó en El Álbum Yucateco la novela La venganza de la injuria, ambientada en el conflicto de castas de Yucatán. La crítica, en su momento, elogió la novela La pálida o Juanita Sousa. El cronista Ángel del Campo, Micrós, destacó el valor literario de sus personajes y del oficio de escritor en Sánchez Mármol.
Otra obra sobresaliente en la carrera de este escritor, que fungió como legislador en diferentes momentos, fue Las Letras Patrias, un estudio de la literatura mexicana del siglo XIX. Así como Letras Patrias recibió elogios, así sucedió también con Antón Pérez, quizá la novela más celebrada de Sánchez Mármol, en la que se narra un hecho de lucha de la población local contra las tropas francesas que intentaron invadir Tabasco entre 1863 y 1864.
Ciertamente, la producción literaria de Sánchez Mármol fue escasa relativamente a su capacidad, pues tenía arrestos para mucho más. Pero hay que tener presente que por desgracia en nuestra patria el cultivo de las letras no es una profesión lucrativa y que generalmente los literatos no se dedican a estas tareas sino en sus ratos de ocio […] Sánchez Mármol tenía una familia numerosa y de preferencia debía consagrarse a las tareas que le proporcionaran el sustento de los suyos.
(Cantón, 1990, p. 14)
La crítica recientemente se ha preguntado el porqué de la efímera difusión de la obra de un gran narrador de la segunda mitad del siglo XIX y también se ha cuestionado el
descuido del autor por divulgar su propia obra.
¿Cómo explicar esta precaria difusión y en consecuencia el escaso conocimiento que se tiene de un escritor, cuya obra podría parangonarse con algunos de los mejores narradores de la segunda mitad del siglo XIX? En primer lugar, habría que tener presente que Sánchez Mármol no perteneció a ninguna sociedad o tertulia literaria encargada de darle difusión a las obras de sus socios o amigos. Y, en segundo, como han dado testimonios muchos escritores que lo conocieron y tuvieron amistad con él, Sánchez Mármol nunca se encargó personalmente de difundir su obra.
(Sol, 2011, p.10)
Los naufragios en la literatura son una constante. Ni los grandes navíos se han mantenido a flote ante las tempestades o la aparición del leviatán. Desde luego hay excepciones. Se han hundido carabelas, corbetas, bergantines, galeones, goletas, vapores, así como también bajeles, urcas, praos y naos. Entonces, qué otro destino pudo tener el buque “El Veracruz”, en “Viaje de novios”, que desapareció, ante la tormenta despiadada en el canal de La Florida con dirección a México.
Por ello, es pertinente compartir una breve sinopsis del cuento “Viaje de novios”: dos enamorados se casan un ocho de noviembre de 1879 y el barco, con todos sus tripulantes, naufraga tres días después sin sobrevivientes. Los novios, de origen neoyorkino, eligen México como el país-destino para disfrutar del amor. El narrador del cuento llama al novio “un mancebo arrogantísimo” y a la novia una “hechicera”; boda a la que asiste “la flor y nata de la sociedad neoyorkina”.
La recepción de los invitados es el mismo embarcadero en donde está por zarpar “El Veracruz”. Se sirve el almuerzo “con todos los refinamientos que el arte yanqui sabe poner en estas comidas aparentemente frugales”, entre “la plata y las porcelanas y los cristales” que “reían ahí con risas que hubiera sonado como carcajada de orgía”. (Sánchez Mármol, 2011, p.396).
El narrador de “Viaje de novios” teje el relato alrededor de la ironía y prepara al lector a transitar entre un instante de aparente sosiego a otro de gran desasosiego, justo en el momento que el capitán Van Size, vislumbra la tormenta: del sosiego (“el mar sentíase, sin duda, complacido de ofrecer sus movibles lomos al coqueteo piróscafo”) [el relato pasa] al desasosiego (“el capitán Van Size exploró el cielo, y advirtió que hacia el nordeste se esfumaban ráfagas de celajes semejando colas de gallo”). [El capitan] llamó al piloto y al contramaestre, señalándoles el cielo, “donde los celajes en figura de descomunales alfanjes, heridos por los rayos del sol que descendía al ocaso, se teñían de tenue oro mate”. (Sánchez Mármol, 2011, p.398)
Así como el navío el “Nan-shan”, el barco ficción de Conrad, se enfrenta al huracán, así “El Veracruz” se aproximaba al duelo que sostendrá con la tormenta. En la novela Tifón (1907), el narrador dice: “El movimiento del barco era extravagante…sus sacudidas eran de una impotencia aterradora…cabeceaba como si fuera a hundirse de proa en el vacío, y parecía como si cada vez se golpease contra la pared”. (Conrad, 1985, p.55)
En cambio, el narrador en “Viaje de novios” relata que el “generoso barco, dócil al timón, sentíase presa de las caprichosas olas que azotaban sus flancos con loco frenesí, y a las que en vano se esforzaba por poner la proa que parecían esquivar traidoramente”. (Sánchez Mármol, 2011, p.399)
En el “Nan-shan”, los tripulantes se sujetan “en la noche ciega” cerca del puente del barco para no caer al agua; en “El Veracruz” miran desde la toldilla “la rara lividez del mar, cuyas olas, al romperse en la proa y en los costados del buque, espumaban pálidas fosforescencias”. Lo que los pasajeros de este último navío demuestran es aún esa
incredulidad de que nada va a ocurrirles. El “Nan-shan”, destartalado y mutilado, encontrará la orilla al amanecer. No así “El Veracruz” que avanzó unas cuantas horas hasta perder el castillo de proa y el velamen, y más tarde, el timón que fue arrancado por el viento.
Los novios pasan a un segundo plano en la narración, pero son puestos —otra vez— en la escena en medio de la tormenta, metidos en un bote entre las tinieblas; una canoa que ya no les da garantías de sobrevivencia. Queda un bote. El capitán quiere que sus marineros se salven, menos él al decir: “Yo soy el alma de este barco, debo perecer con él”. Un gran oleaje hizo desaparecer el navío. ¿Qué fue de los viajeros, de los novios, de los marineros? El narrador, a manera de epílogo, añade unas líneas:
Es fama que, en las noches de tempestad, en aquella parte de la costa de La Florida, de la superficie del mar se levantan espantosos espectros, que con los brazos extendidos y lanzando desgarradores lamentos, corren despavoridos a estrellarse en la playa.
(Sánchez Mármol, 2011, p.403).
Bibliografía
Conrad, Joseph. (1985). Tifón. Barcelona: Ediciones Orbis.
Cantón Rosado, Francisco. (1990). “El Lic. Don Manuel Sánchez Mármol. Literato insigne” en Antón Pérez. México: Gobierno del Estado de Tabasco Ediciones.
Musacchio, Humberto. (2006). Alfonso Reyes y el periodismo. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
Sánchez Mármol, Manuel. (2011). Obras completas. Tomo I Novelas, compilación de Manuel Sol T. México: Universidad Juárez Autónoma de Tabasco Ediciones.
Sánchez Mármol, Manuel. (2011) Obras completas. Tomo II Novelas y Cuentos, compilación de Manuel Sol T. México: Universidad Juárez Autónoma de Tabasco Ediciones.
Sánchez Mármol, Manuel. (1990). Antón Pérez. México: Gobierno del Estado de Tabasco Ediciones.
* Texto publicado en la Revista Estudios, Universidad de Costa Rica, 2022, No. 45, Diciembre 2022- Mayo 2023.
Acerca del autor
- Académico y periodista. Hizo estudios de Comunicación y Docencia en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco y de Literatura Hispanoamericana en la Universidad Veracruzana. Es coautor de los libros "El hombre que se convirtió en espejo" (Universidad de Guadalajara, 2012) y de "Mundial de futbol Brasil 2014" (Universidad de Colima, 2015). Actualmente escribe un ensayo sobre la narrativa del escritor colombiano Álvaro Mutis, y prepara un libro de crónicas periodísticas.
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