En este texto, la autora veracruzana Guadalupe Hernández Benavides (egresada del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores José Gorostiza) escribe sobre sus impresiones alrededor de “El rastro de tu sangre en la nieve”, un relato de Gabriel García Márquez que en muchos sentidos puede ser considerado un cuento perfecto.
Hace un tiempo tuve la oportunidad de leer Cómo se escribe un cuento, curso de guionismo por Gabriel García Márquez que impartió en la Escuela Internacional de Cine y Televisión en San Antonio de los Baños, Cuba (escuela que él mismo fundó junto al poeta y cineasta argentino Fernando Birri y al realizador cubano Julio García Espinosa, en 1986).
En dicho texto García Márquez se refiere a su cuento “El rastro de tu sangre en la nieve” como la mejor y más perfecta de sus historias, que debería hacerse película. El escritor afirma al respecto:
La mejor historia, la que es perfecta, yo la leo y la releo y no le encuentro fallas, y está contada como un guión, es nada más de hacerla, es una historia perfecta. Está ahí, cada detalle nomás pa’ hacerla…
Esta afirmación me llevó necesariamente a releer el cuento, escrito originalmente en 1976 por Gabriel García Márquez, y que forma parte del libro Doce cuentos peregrinos. Escrito a lo largo de dieciocho años, el volumen fue publicado en 1992 en Bogotá, Colombia, por la editorial La oveja negra y en México por Editorial Diana.
“El rastro de tu sangre en la nieve” relata la historia de Nena Daconte y Billy Sánchez, una pareja de recién casados que viajan de luna de miel a Burdeos, Francia. Parten en avión hacia Madrid desde Cartagena de Indias. Al llegar al aeropuerto, algunos miembros diplomáticos de la embajada colombiana los reciben con obsequios: a Nena le regalan un gran ramo de rosas y a Billy un Bentley convertible.
En ese momento Nena se pincha el dedo con la espina de una rosa, pero no le da importancia. Mientras tanto, Billy Sánchez —emocionado por su auto nuevo— decide emprender el camino de inmediato. Pasando la frontera de Los Pirineos, los recién casados prosiguen su camino a París, a pesar de la fuerte nevada.
Nena se da cuenta de que su dedo anular sangra y cree que es debido a una herida que provocó el ostentoso anillo de diamantes de su boda. Ella saca la mano por la ventana del auto, y la sangre gotea cayendo en la nieve. En el camino no encuentran una farmacia abierta. La herida no deja de sangrar y cuando ya están cerca de París, la situación es muy grave: la sangre ha mojado toda su ropa, así como el interior del auto.
Después de sortear algunas dificultades, encuentran un hospital. Una vez que el médico revisa a la mujer, decide hospitalizarla dentro de la unidad de cuidados intensivos, pero no permite que Billy se quede ahí. Entonces le pide que se retire no sin antes indicarle que, debido a las estrictas reglas del hospital, debe esperar toda una semana para poder visitarla.
Mientras tanto, el hombre se hospeda en un hotel cercano. Intenta ver a su esposa en varias ocasiones, pero el guardia del hospital no le permite el acceso. Apartado de su esposa, en una ciudad lejana y desconocida, Billy Sánchez tiene que enfrentar otras costumbres, situaciones extrañas, y digamos, complicadas para él. Entonces decide no salir a la calle y permanecer en la habitación del hotel, hasta el martes siguiente, día en que le permitan visitarla.
Pasada una semana, vuelve al hospital para enterarse de que su esposa había muerto desangrada dos días después de haber sido hospitalizada. Nadie había podido localizarlo, el cuerpo de Nena había sido trasladado de regreso a Colombia y el funeral también ya había tenido lugar.
¿Qué es lo que hace que este sea un buen cuento, una gran historia de acuerdo con lo dicho por el propio autor? Para empezar, “El rastro de tu sangre en la nieve” es un gran título. Tiene fuerza, es poético y al mismo tiempo siniestro. La historia es muy buena, perfectamente bien contada y estructurada, con un inicio in media res que atrapa al lector desde de que lees las primeras líneas. Es polisémica: encontramos en ella historia de hadas, de aventuras, de horror, de amor y de muerte.
Es un cuento que lo tiene todo, contado además con un ritmo perverso que se siente durante todo el trayecto desde Los Pirineos hasta París, e incluso dentro del hospital, cuando el médico recibe a Nena. Es también una gran historia de amor: un cuento de hadas en donde hay una bella princesa, sí, pero sin el final feliz. Y creo que eso es lo que hace que el cuento sea inolvidable. Jamás te esperas ese final en donde la hermosa princesa “casi una niña con unos ojos de pájaro feliz” muere desangrada.
Un terrible final dentro de una historia en la que el autor utiliza de manera afortunada recursos y figuras como la metáfora y la hipérbole, por mencionar sólo dos; los utiliza tanto para describir a los personajes, como para generar imágenes, ambientes tensos o embellecer la trama. Dichos recursos son muy bien utilizados y mantienen al lector en un suspenso interminable, una tensión que va in crescendo mientras Nena va dejando su vida sobre la nieve. A continuación, refiero algunos.
Para mostrarnos la escena en la que se desenvuelven los personajes cuando nos describe el Bentley nuevo, atiborrado de maletas y regalos de bodas, de color platinado; impecable primero, lleno de sangre después, en el que recorren los paisajes europeos y al que Billy le concede una importancia de gran magnitud, al punto de que llega a ser quizás más importante que su esposa enferma: “era tan feliz con su juguete grande de 25,000 libras esterlinas, que ni siquiera se preguntó si lo sería también la criatura radiante que dormía a su lado con la venda del anular empapada de sangre”.
Por medio de metáforas, el cuento también nos describe el camino, el paisaje nevado e incluso sentimos el aire helado (“el último tramo de la carretera desde Madrid, que era una cornisa de cabras azotada por el granizo”) que llega desde Los Pirineos mientras buscan sin éxito una farmacia para comprar algún medicamento que cure la herida de Nena antes de que caiga la noche.
Esta parte de la narración me perturbó un poco —de eso es de lo que se trata cuando una historia es buena— imaginando a la pobre mujer desangrándose ahí dentro del auto, en medio de la oscura noche; helada, nevada, aterradora como de espantos, como si fuera la misma bella durmiente esperando, no por el beso de un príncipe que la despierte, sino por un médico que la salve de una muerte inminente.
García Márquez sabe exactamente cómo utilizar esos “trucos” para describir los lugares y el ambiente. Por ejemplo, ciudades lúgubres y fantasmagóricas como Landas, Hendaya, Biarritz, Bayona. O cuando describe la noche helada “como un viento de lobos a causa de la borrasca ”. También cuando Nena Daconte baja del auto para pedir información a unos guardias sobre la ubicación de alguna farmacia, uno de ellos la considera, por su belleza, “una aparición mágica”.
Una de las imágenes que me parecen más impactantes dentro de la historia es cuando Nena, quien no le da importancia a la gravedad de su herida, saca el brazo por la ventanilla del auto y entonces va dejando sobre la nieve el rastro de su sangre. Ese contraste del rojo sobre la blancura de la nieve es bastante simbólico, poético y a la vez aterrador, ya que va señalando el camino hacia una muerte inevitable. La sangre es la imagen que recorre todo el cuento, de principio a fin. Lo significa, lo baña de una apariencia monstruosa, lo reviste sobremanera de incertidumbre, angustia e incluso de amor. Además, este rastro de sangre que va dejando la protagonista sobre la nieve, contrasta con la tranquilidad que asume ante la situación; su delicada apariencia, su piel suave, su sonrisa, etc.
En cuanto a la cultura y actitud de los personajes, podemos percibir por ejemplo el machismo que impera dentro de la cultura de América a través de los diálogos entre ellos (“…los machos no comen dulces”), o cuando Nena pensó en ayudar a su esposo a conducir, pero recordó la afirmación que él alguna vez le había hecho (“no hay humillación más grande para un hombre que dejarse conducir por su mujer”).
García Márquez hace uso también de la ironía. Sabemos que físicamente Nena Daconte es una mujer frágil y pequeña, a diferencia de su esposo quien es un hombre alto y fornido. Además, está enamorada, es apasionada, amorosa, y está embarazada. Siempre está sonriente y en ningún momento se queja, incluso bromea de manera sarcástica diciendo a su esposo: “Un rastro de sangre en la nieve desde Madrid hasta París. ¿No te parece bello para una canción ?”. O, ya en el hospital, Nena le comenta a su esposo a fin de tranquilizarlo: “Lo único que puede suceder es que este caníbal (refiriéndose al médico) me corte la mano para comérsela”.
A Billy Sánchez, el autor lo pinta como un ser un tanto desobligado, indiferente ante la situación. Atrapado por la emoción del auto nuevo, no repara en las necesidades de su esposa. Pasa más de once horas sin probar alimento, nunca se preocupa realmente por buscar un médico ni un lugar donde puedan brindarle atención a ella. Su única preocupación es conducir el auto hasta llegar a París. Nos presenta —o al menos eso no hace creer— a un personaje egoísta, quien concede mayor atención a su carro nuevo que a la mujer con quien tendrá un hijo. Pero, por otro lado, este comportamiento de él puede ser por el miedo a la muerte, por el miedo a la sangre que sale sin control del dedo de Nena. Entonces se refugia en el volante por ese temor a la muerte que de cierto modo ya percibe.
Otro punto es el estilo diferente con el que García Márquez cuenta esta historia. El realismo mágico que caracteriza su obra narrativa es, digamos, más escaso en este cuento, además de que el paisaje es citadino. Se trata de Europa y no de el trópico: quizás es una manera de recordar los años en que el autor vivió en aquel continente, desconocido entonces para él.
Nos muestra las grandes urbes como Madrid o París; ciudades modernas donde hay progreso, alejándonos de los lugares a los que nos tiene acostumbrados y en los que pareciera que el tiempo se detiene como en Cien años de soledad, El coronel no tiene quien le escriba o El amor en los tiempos del cólera, rodeados de una naturaleza campirana, tropical con personajes longevos, costumbristas, llenos de un encanto místico, mágico.
El cuento de hadas cerrará sin un final feliz con la muerte de la bella Nena Daconte y un príncipe solitario, triste, enojado “pensando que lo único que necesitaba con urgencia era encontrar a alguien a quien romperle la madre a cadenazos para desquitarse de su desgracia”. Y nuevamente el recurso de la imagen cuando Billy Sánchez sale del hospital y “ni siquiera se dio cuenta de que estaba cayendo del cielo una nieve sin rastros de sangre, cuyos copos tiernos y nítidos parecían plumitas de palomas, y que en las calles de París había un aire de fiesta, porque era la primera nevada grande en diez años”
Admito que el final no era lo que esperaba, pues por lo general uno quiere que las historias de amor tengan un final feliz. Sin embargo, la manera en que termina la historia es contundente. Da una vuelta de tuerca que sorprende. Es, sin dudarlo un cuento magnífico que no deja lugar para nada más, que expresa todo de una manera precisa incluso con un final trágico. Como muchos finales que tienen algunas de las historias de amor —o desamor— de la vida diaria.
Acerca del autor
- Altotonga, Veracruz. Es maestra en educación y licenciada en idiomas por la Universidad Veracruzana. Estudió el diplomado en creación literaria en la Escuela de Escritores José Gorostiza en la ciudad de Villahermosa, Tabasco. Parte de su trabajo está publicado en las antologías "Pequeñas formas de habitar el silencio" (Guerrero 2020) y "Coordenada de voces femeninas XIII"(Edo. de Méx. 2020), entre otras.