El presente texto es el primero de una colección de anécdotas escolares que bajo el título de La fila de los burros escribió Ana Luisa Bustos Ramón, educadora mexicana radicada en Francia. De ese conjunto de narraciones breves la autora señala: “La fila de los burros es un ejercicio de memoria afectiva. En este mi medio siglo terrenal, he hecho una pausa para recuperar historias, anécdotas, y vivencias de mi vida escolar cotidiana. Sin ninguna pretensión académica, esta narrativa buscar invitarlos al placer de la anécdota, de lo lúdico, de lo inocentemente estético, lo ético, o tal vez patético. Los recuerdos de la escuela multigrado, las historias con mis amigos, y mi experiencia en la función pública constituyen mi mimeógrafo del pasado. La escuela y los escenarios educativos son la narrativa donde suceden milagros, se gestan infiernos y se practican actos de magia.” Bienvenidos a esta primera entrega.
Día jueves. Cita habitual en la Secretaría de Educación de Tabasco, México, con los supervisores, jefes de sector, directores y académicos, para conocer el proyecto del Fideicomiso de Ahorro de Energía (FIDE).
Después de presenciar un video en el que los protagonistas no se pueden definir como “ni persona, ni animal, ni cosa”, me preguntaba: “¿Gustará a los niños este recurso de una burda ciencia ficción?”. A decir verdad, desconfío de mi propia percepción ante una Tatiana que -desde mi pensar- no puede ser “la reina de los niños”. Ese título sólo podría ser para Mafafa, “mi fotógrafa profesional”. Pero Odisea Burbujas también tiene un ridículo Mimoso Ratón. ¡Vaya idea de Silvia Roche! (¿quién es Silvia Roche?).
Después de una aburrida presentación y de una nutrida discusión entre una profesora y un funcionario de la CFE, por haber comentado que los profesores en algunas ocasiones “pajarean”, refirió la ofendida docente: “Los profesores no pajarean, porque no son ni tratan con
animales”. Pensé: “¿Acaso no podría dar esa expresión un sentido metafórico de su realidad laboral?”. “Pajarear”, entendido como “andar vagando, sin trabajar o sin ocuparse en cosa útil”. Sobre todo cuando se ostenta el título de profesor con una corta trayectoria en las aulas. Casi el
setenta por ciento de los funcionarios en la Secretaría de Educación tiene plazas de docentes con comisiones académicas o administrativas: una especie de híbrido entre un profesor sin experiencia y un funcionario público sin carrera.
El evento casi se daba por concluido, cuando el jefe de sector X pidió la palabra para anunciar una preocupación: “Estimado funcionario de la CFE, le solicito tenga a bien ayudarnos con una investigación. Tome nota, por favor. Título: indicaciones de cómo huir de un sumami, ¿cuánto tiempo tengo para salir de mi comunidad en caso de sumami?, ¿cómo puedo recoger rápidamente ‘mis chivas’, es decir mis cosas, mis trapos? Yo vivo en Cunduacán, por favor no lo confunda con Culiacán, o con otra cosa. La ruta más segura para huir de un sumami desde Cunduacán, ¿es Villahermosa? ¿O mejor agarro pa’l otro lado? ¿Los sumamis aquí serían muy fuertes? ¿Cómo se vería la ola?”.
Un maestro gritó:
—¡No es sumami, es tsunami!
Y el supervisor refirió:
—¿Cómo dije?
—¡Sumami!— gritó todo el auditorio.
—¿Y cómo es?— refirió el profesor.
—¡Tsunami!— respondieron todos.
—Pero…¿y cómo dije?
—¡Sumami!
—¿Y cómo es?
—¡Tsunami!
El Subsecretario de Educación Básica tomó el micrófono y con un determinante “Gracias por su presencia” dio por terminada la reunión.
No sé si el tsunami nos llegará, pero su mami fue recordada por quienes defienden la posición letrada y culta de los profesores tabajqueños.
COMPARTE EN TUS REDES
Acerca del autor
-
Mexicana radicada en Francia. Doctora en Educación Ambiental, Maestra y Licenciada en Ciencias de la Educación. Autora de diversos artículos, capítulos de libros y materiales educativos. Apasionada de la escritura, la pintura y la investigación educativa. Actualmente trabaja para el Ministère de l’Éducation nationale, de l’Enseignement supérieur et de la Recherche, en
Francia.
